1.22.2010

Tiempo pérdido

La distracción me robó el precioso tiempo perdido. Lo perdí sin estar consciente de que lo perdía. Necesito la máquina esa que curva el espacio-tiempo para poder regresar al pasado y advertir al Samuel de 1995, de las nefastas consecuencias que iban a significar distraerse. También podría usar esa pistola que abre y cierra agujeros Einstein-Rosen (agujeros de gusanos) para poder realizar ese viaje en el tiempo. Para hacer la advertencia.

Creo que el Samuel de 1995 se asustaría al ver al Samuel del 2009. Supongamos que el encuentro tuvo lugar en la primaria (espacio) y a comienzos de marzo (tiempo). Tal vez el pequeño Samuel está llorando, encerrado en el baño del lúgubre colegio María ALvarado. Los altos y grises muros que rodeaban al colegio le daban un aspecto realmente tétrico. Mi padre estacionaba su viejo Peugeot del 66, tenía un parecido al carro de Batman, cerca de la Av. 28 de Julio. Me llevaba de la mano hasta la esquina del colegio. Un pequeño pasaje cruzaba la entrada. Habían unas barricadas de madera que impedían a los padres acompañar a los alumnos hasta el portón de la entrada. Si ahora que lo recuerdo, me empiezo a sentir mal, no me imagino (o no me llego a acordar con exactitud) cuán mal la pasaba el Samuel de 1995.

Hasta los diez años aproximadamente, siempre tuve la sensación (no sé por qué) que yo era mucho mas bajo, en estatura que las demás personas. Era cierto que, teniendo 6 años, tenía una estatura baja respecto a la mayoría de personas del mundo, en ese entonces. A lo que me refiero es que (y esta sensación si la recuerdo perfectamente) yo percibíaque todos eran mucho más alto que yo. Por lo menos el doble de mi estatura. En esos años pensaba que los mayores ostentaban una altura de por lo menos dos metros y que yo cuando llegue a esa edad iba a ser seguramente más chato que ellos.

Al cruzar por ese enorme portón (actualmente me sigue pareciendo grande, en ese entonces seguramente me parecería el Morannon, las puertas de Mordor)

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